Las orquídeas son plantas delicadas que necesitan cuidados específicos para lucir en todo su esplendor durante la floración, y uno de los más importantes es la poda. Este proceso no puede posponerse, ya que realizado en el momento y de la manera adecuada fortalece a la planta, mientras que si se hace mal puede debilitarla y acortar su vida.

¿Cuándo realizar la poda de mis orquídeas?

La poda, junto con la iluminación indirecta y la nutrición mediante abonos, ocupa un papel central en la salud de la orquídea. Los especialistas en jardinería coinciden en que el instante ideal para llevarla a cabo es justo después de la floración, cuando la planta entra en un período de reposo. Para hacerlo correctamente, es necesario identificar el tipo de orquídea y reconocer cuándo ha dejado de producir flores.

Superar el temor al uso de la tijera es fundamental, pues lejos de dañar a la planta, los cortes bien realizados estimulan la aparición de nuevas flores. Para ello se recomienda emplear tijeras limpias y desinfectadas con alcohol, lo que evita infecciones y asegura cortes precisos. Incluso, si se trabaja con varias orquídeas, lo más aconsejable es desinfectar la herramienta antes de pasar de una a otra.

El principal objetivo de la poda es cortar la vara floral para impedir que la planta gaste su energía en ella después de florecer. El corte debe hacerse siempre por encima de un nudo y, antes de hacerlo, conviene observar si han surgido pequeños hijuelos que, con el tiempo, se transformarán en nuevas orquídeas. Además, retirar las hojas amarillas ayuda a que circule más luz y aire dentro de la planta, evitando la aparición de plagas.

Una vez finalizada la tarea, los expertos aconsejan sellar las heridas para acelerar la cicatrización, y un recurso sencillo y natural es espolvorear un poco de canela en cada corte. De esta forma, la orquídea quedará fortalecida y lista para un nuevo ciclo de floración.

¿Cómo lograr que mis orquídeas vivan más tiempo?

Para que las orquídeas se mantengan sanas y vivan por más tiempo, es fundamental encontrar un equilibrio adecuado entre luz, riego, humedad y temperatura. Estas plantas requieren iluminación brillante pero nunca directa, por lo que lo ideal es colocarlas cerca de una ventana orientada al este u oeste, o bien complementar con luz artificial cuando la natural sea insuficiente. El riego debe ser moderado, esperando siempre a que el sustrato se seque antes de volver a hidratar la planta, ya que el exceso de agua puede provocar la pudrición de las raíces.

La humedad también es un factor determinante, ya que al ser especies tropicales necesitan ambientes húmedos. Para lograrlo se puede colocar la maceta sobre un plato con piedras y agua, utilizar un humidificador o crear microclimas adecuados en el hogar. En cuanto a la temperatura, las orquídeas prosperan en climas cálidos que oscilan entre los 20 y 25 grados, aunque una ligera variación nocturna con temperaturas más frescas puede estimular la floración.

Otro aspecto esencial es la fertilización. Durante la temporada de crecimiento conviene aplicar cada dos semanas un fertilizante específico para orquídeas y reducir la frecuencia en invierno. También es importante utilizar un sustrato ligero y aireado, como corteza de pino o musgo sphagnum, evitando la tierra común que impide el buen drenaje.