Conoce el error que seguramente cometes cuando te bañas en invierno y debes dejar de hacer

Será un paso crucial para proteger la piel del envejecimiento prematuro y mantener su función barrera intacta durante la estación fría.
Conoce el error que seguramente cometes cuando te bañas en invierno y debes dejar de hacer
Ducha Foto: Canva
martes, 28 de octubre de 2025

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El invierno trae consigo la búsqueda instintiva de calor, y pocas cosas resultan tan reconfortantes como sumergirse bajo el chorro de una ducha ardiente. Sin embargo, este placer invernal que muchos consideran un acto de higiene y relajación en el baño es, en realidad, un error perjudicial para la salud de la piel.

Aunque una ducha caliente parezca el antídoto perfecto contra el frío, los especialistas advierten que puede tener efectos muy negativos sobre la epidermis. La dermatóloga Ana Molina es una de las voces que recalca este punto crucial, señalando que la temperatura ideal del agua debería ser cercana a la del cuerpo humano.

No tomar una ducha caliente

La razón principal de esta advertencia se centra en el efecto que el exceso de calor tiene sobre la barrera protectora de la piel. Según la experta, el agua muy caliente de la ducha actúa de forma agresiva, eliminando la grasa natural, o lípidos esenciales, que protege la epidermis y mantiene su delicado equilibrio. Esta capa lipídica es crucial, ya que sella la humedad dentro de la piel y actúa como un escudo contra los agentes irritantes externos. Al despojar a la piel de esta capa protectora vital, se compromete su salud y se acelera el proceso de deshidratación.

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Para ilustrar este proceso, la profesional señala que las altas temperaturas en la ducha “limpian demasiado bien” en el sentido menos deseable del término. Molina compara la acción del agua caliente en la piel con el uso de agua muy caliente para quitar la grasa de los platos. Según explica, aunque el resultado de la limpieza parezca satisfactorio a primera vista, lo que se consigue es eliminar de manera excesiva los lípidos esenciales que cumplen una función protectora indispensable. Este acto de "limpieza extrema" compromete la integridad estructural de la piel.

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Esa pérdida agresiva de la grasa natural, vital para la función de barrera, deja la piel significativamente más vulnerable a una serie de problemas tras la ducha. El resultado inmediato es una intensa resequedad y la aparición de irritación o enrojecimiento. Además, a largo plazo, la exposición habitual al agua muy caliente puede contribuir al envejecimiento prematuro de la piel, al debilitar las fibras de colágeno y elastina que le dan soporte y firmeza. Por lo tanto, lo que se siente como un alivio momentáneo es en realidad un factor que estresa y daña las células dérmicas.

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