La parte de la sandía que no comes pero que ayudar al organismo

Lo que alguna vez fue un simple descarte se revela como un superalimento integral
La parte de la sandía que no comes pero que ayudar al organismo
Sandía Foto: Canva
viernes, 12 de setiembre de 2025

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Cuando pensamos en sandía, nuestra mente vuela a su pulpa jugosa y dulce, perfecta para refrescarnos en un día caluroso. Sin embargo, la parte que solemos desechar, las pequeñas semillas negras, esconde un verdadero tesoro nutricional para nuestra salud.

A menudo ignoradas y consideradas un estorbo, estas humildes semillas de sandía están repletas de vitaminas, minerales y otros compuestos beneficiosos que pueden ofrecer un impulso significativo para ayudar a nuestro organismo.

Hay que comer semillas de sandía

El perfil nutricional de las semillas de sandía es impresionante. Contienen una notable cantidad de magnesio, hierro, zinc y antioxidantes, nutrientes esenciales para el buen funcionamiento del organismo. Estos componentes no solo ayudan a reforzar el sistema inmunológico y a proteger el corazón, sino que también contribuyen a mantener la piel más sana y radiante. Además, su alto contenido de fibra es un gran aliado para la digestión y para prolongar la sensación de saciedad, lo que las convierte en un complemento útil para quienes buscan controlar su peso de forma natural.

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Afortunadamente, consumir semillas de sandía es más fácil y delicioso de lo que parece. Una manera muy popular de prepararlas es tostarlas al horno o en una sartén, lo que no solo las hace más crujientes y fáciles de masticar, sino que también les otorga un sabor similar al de los frutos secos. Una vez listas, se pueden incorporar a ensaladas, yogures o simplemente disfrutar como un snack nutritivo.

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Entre los beneficios más destacados de las semillas de sandía está su impacto positivo en la salud cardiovascular. Los ácidos grasos esenciales que contienen favorecen la circulación sanguínea, mientras que el licopeno ayuda a regular los niveles de colesterol. Pero sus bondades no terminan ahí: también son un excelente aliado para la salud de la piel y el cabello. El magnesio y la vitamina E que albergan contribuyen a la elasticidad de la piel, la protegen del daño solar y fortalecen los folículos capilares, prometiendo una apariencia más saludable y vigorosa desde adentro hacia afuera.

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