El impacto real del desperdicio alimentario y cómo cambiar hábitos diarios
En un año marcado por transformaciones sociales y económicas, expertos en comportamiento y tendencias de consumo advierten sobre un problema persistente: la falta de conciencia sobre el desperdicio de alimentos, recursos y productos. La investigadora Constanza Lucadamo, en el espacio Ser Tendencias, afirmó que “no tenemos conciencia de lo que tiramos”, una frase que resume uno de los principales desafíos que enfrenta el mundo y también el Perú.
¿Cuál es el impacto del desperdicio de alimentos?
A pesar de los avances hacia hábitos más sostenibles, el consumo desmedido y el descarte excesivo siguen siendo prácticas comunes.
Durante el 2024, se consolidaron tendencias clave como el interés por la sostenibilidad, el bienestar físico y mental, y la desconexión digital.

En ciudades como Lima, Arequipa y Cusco, se han iniciado planes pilotos para implementar zonas de bajas emisiones, mientras aumenta la demanda por productos ecoamigables, opciones saludables y servicios más éticos. En paralelo, ha tomado fuerza el consumo responsable, la moda sostenible, y el regreso a lo local y artesanal, como alternativa a la producción en masa.
Cada vez más peruanos priorizan marcas alineadas con valores éticos y ambientales. Para el 2025, la sostenibilidad se perfila como una exigencia, no solo como una tendencia, y la conciencia sobre lo que compramos y desechamos será clave para definir el rumbo de empresas, gobiernos y consumidores.
¿Cómo mejorar los hábitos de consumo y disminuir el desperdicio?
Mejorar nuestros hábitos de consumo es clave para reducir el desperdicio diario y el impacto ambiental. Una de las primeras acciones que se recomienda adoptar es la planificación de compras, elaborando un menú semanal que permita organizar las comidas y armar una lista basada en lo necesario. Esto evita las compras impulsivas y asegura un uso más eficiente de los recursos disponibles en casa. También resulta fundamental revisar la despensa antes de ir al mercado para no repetir productos y aprovechar lo que ya tenemos.

A la hora de comprar, se sugiere priorizar los productos locales y de estación, ya que requieren menos transporte, son más frescos y benefician a la economía regional. Optar por la compra a granel ayuda a reducir el uso excesivo de envases, al igual que elegir artículos con menos embalaje o con empaques reciclables o biodegradables. Comprar solo lo indispensable y evitar el desperdicio innecesario debería convertirse en una práctica habitual.
Otro aspecto fundamental está en el correcto aprovechamiento de los alimentos. Almacenar frutas, verduras y productos perecibles de manera adecuada permite prolongar su frescura y evitar que se deterioren rápidamente. Las sobras, lejos de desecharse, pueden reutilizarse en nuevas preparaciones o conservarse congeladas para otro momento. Además, conocer la diferencia entre la fecha de caducidad y la de consumo preferente nos ayuda a no desechar alimentos en buen estado por error. Si hay alimentos que no se consumirán pronto, la mejor opción es congelarlos. Y cuando los restos orgánicos son inevitables, el compostaje puede transformarlos en abono natural y útil para plantas o jardines.
En cuanto a los residuos, es importante reducir el uso de plásticos desechables como uno de nuestros principales hábitos. Llevar siempre una bolsa reutilizable, usar botellas recargables y evitar pajillas y envoltorios innecesarios son pasos simples pero efectivos. Asimismo, se debe aprender a reciclar correctamente según las normas locales, y explorar alternativas más sostenibles en productos cotidianos como los de limpieza o higiene, que suelen venir en empaques más amigables con el medio ambiente.