Pocos lo saben: por qué se recomienda colocar pan duro en una bolsa de azúcar
Muchas veces el azúcar que guardamos en la alacena termina convertida en un bloque duro imposible de usar. Lo curioso es que existe un truco muy sencillo que logra devolverle su textura original sin esfuerzo y con algo que solemos tener en casa.
¿Qué pasa si guardamos pan en la bolsa de azúcar?
El secreto está en aprovechar la capacidad de un ingrediente cotidiano para absorber la humedad del ambiente dentro de la bolsa o frasco. Cuando se coloca en contacto con el azúcar, logra mantenerla blanda, suelta y lista para cualquier receta. Así, se evita perder tiempo golpeando o rompiendo terrones que parecían irrecuperables.

Para poner en práctica este método solo hace falta un pedazo de pan duro, que puede ser de cualquier tipo, siempre que esté bien duro. Al colocarlo dentro del envase y cerrarlo correctamente, el pan comienza a cumplir su función de manera inmediata. Con el paso de los días, el azúcar recupera su textura ideal y se conserva en perfectas condiciones por mucho más tiempo.
¿Cómo evitar que el pan se endurezca?
Para mantener el pan fresco y evitar que se endurezca demasiado rápido, lo mejor es guardarlo a temperatura ambiente en una panera, en una bolsa de tela o en una bolsa de papel. Estos materiales permiten que el pan respire sin secarse en exceso, algo que no ocurre si se lo guarda en la heladera, ya que el frío acelera el proceso de endurecimiento al hacer que los almidones se recristalicen con mayor rapidez.
Si no vas a consumirlo en uno o dos días, la opción más recomendable es congelarlo bien envuelto en papel film o en papel de aluminio. Incluso se puede cortar en rebanadas antes de guardarlo en el congelador, lo que facilita descongelar solo la cantidad necesaria y conservar el resto protegido de la humedad y de los olores.

En el caso de panes pequeños o panecillos, una bolsa plástica bien sellada puede ser útil, aunque únicamente por un tiempo muy corto, ya que retener demasiada humedad durante más de 24 horas puede afectar su textura. También conviene evitar que el pan quede expuesto directamente al sol o a corrientes de aire, porque ambas situaciones aceleran el secado y lo vuelven duro rápidamente.
Si ya tienes pan duro, todavía hay un truco simple para recuperarlo. Basta con humedecer ligeramente la pieza con un poco de agua y llevarla al horno a unos 230 °C durante cinco minutos. El calor y la humedad combinados logran que la miga recupere su ternura y la corteza vuelva a quedar crujiente, devolviéndole al pan la frescura que parecía perdida.