Esto es lo que sucede si sobreproteges a tus hijos, según la psicología

Para la psicología, los padres no deben sobreproteger a sus hijos.
Esto es lo que sucede si sobreproteges a tus hijos, según la psicología
¿Por qué no debes sobreproteger a tus hijos? Foto: iStock
viernes, 05 de setiembre de 2025

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Contrario a la creencia de muchos padres, la psicología nos enseña que la sobreprotección en la crianza no pone a salvo a los hijos, sino que, de hecho, les genera consecuencias negativas que pueden perdurar en el tiempo y que abordaremos a continuación.

Psicología: por qué se recomienda no proteger a nuestros hijos

Según la psicología, una de las principales consecuencias de la sobreprotección es una profunda sensación de inseguridad y temor. Cuando los padres hacen todo por sus hijos y les hacen sentir que no pueden realizar tareas por sí mismos, los niños asumen que son incapaces y que el mundo es un lugar peligroso. Esta constante supervisión y ayuda crea una dependencia que les impide ganar autonomía y confianza en sus propias capacidades.

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Además, los hijos sobreprotegidos tienen dificultades para desarrollar la resiliencia, que es la capacidad de superar la adversidad. Al estar siempre a la expectativa de que sus padres resuelvan sus problemas, no aprenden a manejar la frustración ni a recuperarse de los errores. Como resultado, su tolerancia a la frustración es baja y no están preparados para enfrentar los desafíos que inevitablemente se les presentarán en el futuro.

La sobreprotección también puede llevar a mayores niveles de ansiedad. La psicología nos indica que la ansiedad se activa ante la sensación de amenaza y peligro. Si los niños crecen con un temor latente inculcado por sus padres, su sistema de alerta emocional estará siempre activo, lo que puede derivar en un estado constante de nerviosismo y preocupación.

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Finalmente, la autoestima de estos niños se ve gravemente afectada. Cuando un padre sobreprotector interviene constantemente en las tareas de su hijo, le está enviando el mensaje de que no confía en sus habilidades. Esta sensación de inutilidad, reforzada a lo largo de la infancia, provoca una baja confianza en sí mismos y una percepción de que sus propias capacidades son deficitarias.

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