El peligro que no conocías sobre pensar en una "media naranja"

En lugar de buscar una mitad, es mucho más sano construir una vida completa por uno mismo y luego buscar a otra persona que también lo esté
El peligro que no conocías sobre pensar en una "media naranja"
Amor Foto: Canva
jueves, 25 de setiembre de 2025

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La idea de encontrar a tu “media naranja”, esa persona que te completa y da sentido a tu existencia, es un pilar fundamental en las narrativas románticas de nuestra cultura. Desde cuentos de hadas hasta éxitos de taquilla, esta noción se ha perpetuado a lo largo de los siglos, haciéndonos creer que estamos incompletos hasta que alguien más llega para llenarnos con amor.

Si bien la media naranja parece una creencia inofensiva y hasta motivadora, la realidad es que esta visión idealizada del amor puede tener un impacto negativo y silencioso en nuestra salud mental y en la calidad de nuestras relaciones.

La media naranja en el amor

El principal problema de este mito en el amor reside en su trasfondo psicológico: la noción de que una persona no está completa por sí misma. Esta creencia erosiona la autoestima al ligar nuestro valor y felicidad a la presencia de otro. Nos convence de que somos insuficientes, lo que nos empuja a buscar fuera lo que en realidad deberíamos cultivar en nuestro interior. En lugar de empoderar la autonomía y el desarrollo personal, esta idea fomenta la dependencia emocional, creando una identidad frágil que se sostiene únicamente en la aprobación y el afecto de nuestra pareja.

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La búsqueda de esa supuesta mitad en el amor faltante a menudo conduce a la idealización. Al proyectar en otra persona la perfección que anhelamos, construimos una imagen distorsionada que rara vez coincide con la realidad. Se le atribuyen cualidades inexistentes o se magnifican las que sí tiene, impidiendo una percepción auténtica de quién es realmente esa persona. Esta fantasía, por dulce que sea, es un camino directo a la desilusión. Cuando la pareja inevitablemente muestra sus imperfecciones o la realidad de la convivencia se impone, la caída es más dolorosa, generando conflictos y un profundo desgaste emocional.

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Esta idealización no solo afecta la percepción de la pareja, sino que también influye en nuestras propias acciones. Para mantener la fantasía, muchas veces ocultamos nuestras vulnerabilidades, miedos e inseguridades. Nos esforzamos por ser la persona que creemos que el otro desea, en lugar de ser quienes realmente somos. Esta constante actuación nos desconecta de nuestra esencia, limitando el crecimiento personal y, paradójicamente, impidiendo la formación de una conexión genuina y profunda en base al amor. Una relación sana se basa en la honestidad, no en la actuación.

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