El oscuro vínculo entre ser supersticioso y el cerebro de una persona
La superstición ha fascinado a la humanidad desde tiempos inmemoriales, tejiendo un velo de misterio sobre la lógica y la razón. Pero lejos de ser un simple capricho de la mente, la psicología revela un vínculo profundo y oscuro entre nuestras creencias supersticiosas y el funcionamiento de nuestro cerebro.
Desde la perspectiva de la psicóloga Lara López Rubio, las supersticiones le otorgan a quienes las sostienen una ilusión de control sobre una realidad caótica e impredecible. La mente busca desesperadamente explicaciones y orden, y las supersticiones proveen precisamente eso. Cada vez que una creencia parece confirmarse, el cerebro refuerza la regla mental subyacente, creando un ciclo de retroalimentación positiva.
La superstición y el cerebro
Lara López Rubio aclara que cualquier persona puede ser supersticiosa, ya que es una manifestación directa de cómo el cerebro procesa la información. Basta con tener un cerebro en funcionamiento para que se produzcan estas conexiones, sin importar el nivel de educación o el coeficiente intelectual. Lo que determina la intensidad de las supersticiones es la frecuencia con la que la persona las experimenta y el valor que les da. Es decir, la cantidad, más que la simple existencia, es la clave para entender si estamos ante un problema.
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En los cerebros supersticiosos, las áreas de la corteza cerebral asociadas con el procesamiento de información y la toma de decisiones se activan de forma peculiar. Al intentar encontrar patrones, la mente a menudo salta a conclusiones ilógicas, guiada por la emoción en lugar de por la razón. Este sesgo cognitivo, conocido como sesgo de confirmación, juega un papel crucial, pues solo se recuerdan los "éxitos" de la superstición y se ignoran los fracasos. Es un mecanismo de defensa mental que, aunque reconfortante a corto plazo, puede limitar la capacidad de pensamiento crítico y la flexibilidad cognitiva.

La relación entre superstición y cerebro se vuelve más oscura cuando el individuo comienza a depender de estas creencias para enfrentar la vida diaria. Cuando la ansiedad y el miedo a lo desconocido toman el control, las supersticiones se convierten en muletas psicológicas. El individuo puede llegar a sentir que no puede tener éxito sin seguir un ritual o sin usar un amuleto, lo que puede tener consecuencias negativas en su vida social y profesional. En estos casos, la ilusión de control se convierte en una cárcel mental, donde la persona se siente incapaz de tomar decisiones por sí misma.